A MIS HERMANAS
Las que siempre están ahí. Aunque estén lejos. Cada una a su manera. Pero siempre contigo.
El cariño de hermanas es algo especial. Se parece un poco al cariño que puedes sentir por tu marido. Tu les ves los defectos, los reconoces, los puedes comentar, pero que a nadie se le ocurra hacer lo mismo. Son tuyas, únicas e intransferibles, que no se le ocurra a nadie meterse con ellas.
Has vivido con ellas todos los momentos buenos y malos de tu vida. Las necesitas. Son el recuerdo de una vida, de tu vida... Juegos, malos momentos, discusiones, diferencias de opinión, enfados, alegrías, suspensos, aprobados, nervios por sacar una oposición, comuniones, noviazgos, casamientos… hijos, situaciones dolorosas por enfermedad y muerte de tus padres, y en nuestro caso, desesperación por ver morir a una hermana, sin poder hacer nada.
Quieres a tus sobrinos aunque los tengas muy lejos. Aunque apenas los veas. Pero son tus sobrinos y son como un poco hijos tuyos. Y te sientes feliz cuando estás a su lado, aunque los veas ya tan mayores a todos, con sus vidas completas… estando, y doy gracias a Dios, ya, en muchas cosas, por encima de ti.
Envejecemos juntas, los años pasan para las tres. Pero seguimos vivas, y ¡de qué manera! No nos dejamos amilanar por nada. La educación de nuestra madre, nuestra situación en la vida, nos ha hecho muy duras. Quizás, y no es pedantería, mucho más fuertes que mucha juventud de ahora. Parece como si todo nos fuera bien, como si los dolores no fueran con nosotros. Visitamos poco a los médicos, a nuestra edad. Pero ahí seguimos, como unas rocas, cargando con todo lo que nos venga… sin dar un paso atrás, luchando, sin quejarnos. Quizás porque nunca nos han dejado quejarnos y nuestras familias se han acostumbrado a eso. Como una roca, como las “Iglesias”. En eso parecidas a nuestra madre y en muchas cosas, diferentes en las tres, a nuestro padre. No es pedantería, pero avanzamos siempre, hemos entrado en el mundo, a pesar de lo restringido de nuestra educación. Por eso mucha gente o nos ve como bichos raros o nos admiran. Porque no damos ni un paso atrás. Estamos en el mundo como todos, tenemos nuestro espacio.
Las quiero mucho y lo digo en estos momentos en que decir te quiero suena a cursi. Cuando cuesta trabajo pedir perdón, o dar un beso cuando te apetece. Se hace raro.
Pero es la verdad, y espero que ellas me necesiten y me quieran igual que yo a ellas.
El cariño de hermanas es algo especial. Se parece un poco al cariño que puedes sentir por tu marido. Tu les ves los defectos, los reconoces, los puedes comentar, pero que a nadie se le ocurra hacer lo mismo. Son tuyas, únicas e intransferibles, que no se le ocurra a nadie meterse con ellas.
Has vivido con ellas todos los momentos buenos y malos de tu vida. Las necesitas. Son el recuerdo de una vida, de tu vida... Juegos, malos momentos, discusiones, diferencias de opinión, enfados, alegrías, suspensos, aprobados, nervios por sacar una oposición, comuniones, noviazgos, casamientos… hijos, situaciones dolorosas por enfermedad y muerte de tus padres, y en nuestro caso, desesperación por ver morir a una hermana, sin poder hacer nada.
Quieres a tus sobrinos aunque los tengas muy lejos. Aunque apenas los veas. Pero son tus sobrinos y son como un poco hijos tuyos. Y te sientes feliz cuando estás a su lado, aunque los veas ya tan mayores a todos, con sus vidas completas… estando, y doy gracias a Dios, ya, en muchas cosas, por encima de ti.
Envejecemos juntas, los años pasan para las tres. Pero seguimos vivas, y ¡de qué manera! No nos dejamos amilanar por nada. La educación de nuestra madre, nuestra situación en la vida, nos ha hecho muy duras. Quizás, y no es pedantería, mucho más fuertes que mucha juventud de ahora. Parece como si todo nos fuera bien, como si los dolores no fueran con nosotros. Visitamos poco a los médicos, a nuestra edad. Pero ahí seguimos, como unas rocas, cargando con todo lo que nos venga… sin dar un paso atrás, luchando, sin quejarnos. Quizás porque nunca nos han dejado quejarnos y nuestras familias se han acostumbrado a eso. Como una roca, como las “Iglesias”. En eso parecidas a nuestra madre y en muchas cosas, diferentes en las tres, a nuestro padre. No es pedantería, pero avanzamos siempre, hemos entrado en el mundo, a pesar de lo restringido de nuestra educación. Por eso mucha gente o nos ve como bichos raros o nos admiran. Porque no damos ni un paso atrás. Estamos en el mundo como todos, tenemos nuestro espacio.
Las quiero mucho y lo digo en estos momentos en que decir te quiero suena a cursi. Cuando cuesta trabajo pedir perdón, o dar un beso cuando te apetece. Se hace raro.
Pero es la verdad, y espero que ellas me necesiten y me quieran igual que yo a ellas.

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