CARLOTA
A MI NIETA
Carlota, ya no existen las abuelas de Caperucita. Aquellas abuelas amables, débiles, arrugadas, siempre dispuestas a hacer cosas por los demás, interesadas sólo por la familia, sin grandes conocimientos, ocupadas en las labores de la casa, que se leían sólo los titulares de los periódicos para saber como iba el mundo, porque lo habían pasado tan mal que tenían miedo…
Esas abuelas que hacían rosquillas, las croquetas más ricas, los platos a la antigua, el tomate de verdad, el que lleva mucho tiempo hacer… Ahora son platos precocinados, pizzas, hamburguesas …
ahora las abuelas ya no son tan amables, muchas veces están nerviosas, irritadas, el estrés de la vida cotidiana llega también a ellas. No son débiles, o por lo menos, no quieren serlo. Son “sabioncillas”, se arreglan, quieren seguir pareciendo jóvenes, van a natación, aprenden a bailar, quieren viajar, incluso “ligan” si están viudas. aunque sus huesos muchas veces se lo prohíba. Por eso, no están conformes.
Protestan muchas veces por las labores de la casa, aunque sus maridos ahora participen mucho, ellos ahora también van al supermercado y aunque la mayoría, aún, no saben poner la lavadora, sí se involucran en las tareas. Ya no son como los de antes, que llegaban a casa de trabajar, cogían el periódico y no querían saber nada más. La cena en la mesa y a dormir. Todavía quedan algunos de esos. Por desgracia.
Se arreglan mucho, se pintan, van a la peluquería, ya no llevan aquellos moños, recogidos en la nuca, que las hacía tan abuelas. Se tiñen, ya no visten de negro, van a la moda… y se ponen tan contentas cuando dicen la edad y les contestan: “pues no los aparentas”. ¡Qué tontería!, no los aparentas, pero los tienes. Todo falsedad.
Quieren saber de todo, ven la “tele”, leen los periódicos y, como muchas siguen trabajando, se ponen al día en la Oficina, y si no es así, tienen sus amigas, sus pandillas, hablan de todo, aunque, como antes, en profundidad, no sepan de nada, porque todavía su cultura es escasa.
Ya no cuentan cuentos: Caperucita, blancanieves, Pulgarcito, Los tres cerditos. todo eso ya está pasado. Ahora os ponen un película de dibujos animados, con muñecos de esos raros, (ya no son el gato y el ratón, o el príncipe y la princesa), los juegos son todos eléctricos (que será que los entendéis más rápido que ellas), os dan gusanitos o patatas en vez del pan con chocolate o con aceite y tomate que estaba tan rico.
Ya no hacen jerséis de punto, ni largas bufandas, ni calcetines, ni remiendan la ropa (la tarea que encomendaban antes a las abuelas) y, aunque ellas protesten porque se gasta dinero a lo tonto, a vuestras madres ya no les gustan esos jerséis, ni las bufandas y, por supuesto, los remiendos en la ropa, ni aprovechar el pantalón del mayor para el más pequeño…
Parece que se han perdido cosas muy bonitas. Yo sé que las abuelas ahora se hacen cargo muchas veces de sus nietos, debido al trabajo de los hijos. La sociedad, la forma de vivir de los hijos, las obligan muchas veces a criar a sus nietos. Y los tratan, como es natural, como si fueran sus hijos, los tienen que educar, y las abuelas no están para educar (por lo menos, en su totalidad) están para dar cariño y estar ahí, cuando se la necesite.
Pero es que ahora los nietos, necesitan poco de las abuelas, son “autosuficientes”, por eso, está todo tan mal. Porque no es así, los nietos necesitan de los abuelos y de las abuelas. En cualquiera de ellos se nota cuando tienen una “abuela, abuela” o cuando no lo tienen. Da gusto oir a algunos decir, “tengo una abuela que es un cielo”.
Y yo quiero que tú con el tiempo reconozcas a tu abuela así, si no como una abuela a lo antiguo, sí una abuela a la que quieras, a la que necesites, de la que estés orgullosa, que, aunque no me veas guapa o erguida, sea tu abuela de verdad.
Quiero, de pequeña, jugar contigo, ayudarte a pintar, leerte cuentos, prepararte buenas meriendas, comprarte cosas que le hagan ilusión, ir a pasear contigo. Y ya de mayor, si es que todavía vivo, que me cuentes tus historias, que me pidas consejo de cosas que te preocupen porque, aunque sea sólo por experiencia, podré hacerlo mejor que tus amigas, que indiscutiblemente también sirven, pero de diferente manera y en diferentes ocasiones. No pienso educarte (eso es labor de tus padres que lo harán a su manera, y no dudo que poniendo todo su empeño), quiero “maleducarte”, quiero que seas feliz, totalmente feliz, que cuentes siempre conmigo.
Porque, sabes? Te quiero mucho. A mi misma me ha sorprendido. Quiero muchos a mis hijos, pero contigo todo es diferente, es algo especial, no lo sé expresar, me alegras la vida, disfruto con todo lo que me cuentan de ti.
Quiero que seas una niña muy alegre, alejada de todos los problemas que tiene ahora la juventud. Sana de cuerpo y sana de mente. Me dolería mucho verte sufrir. Voy a poner todo de mi parte para que seas feliz. Un beso muy fuerte de
TU ABUELA.
Carlota, ya no existen las abuelas de Caperucita. Aquellas abuelas amables, débiles, arrugadas, siempre dispuestas a hacer cosas por los demás, interesadas sólo por la familia, sin grandes conocimientos, ocupadas en las labores de la casa, que se leían sólo los titulares de los periódicos para saber como iba el mundo, porque lo habían pasado tan mal que tenían miedo…
Esas abuelas que hacían rosquillas, las croquetas más ricas, los platos a la antigua, el tomate de verdad, el que lleva mucho tiempo hacer… Ahora son platos precocinados, pizzas, hamburguesas …
ahora las abuelas ya no son tan amables, muchas veces están nerviosas, irritadas, el estrés de la vida cotidiana llega también a ellas. No son débiles, o por lo menos, no quieren serlo. Son “sabioncillas”, se arreglan, quieren seguir pareciendo jóvenes, van a natación, aprenden a bailar, quieren viajar, incluso “ligan” si están viudas. aunque sus huesos muchas veces se lo prohíba. Por eso, no están conformes.
Protestan muchas veces por las labores de la casa, aunque sus maridos ahora participen mucho, ellos ahora también van al supermercado y aunque la mayoría, aún, no saben poner la lavadora, sí se involucran en las tareas. Ya no son como los de antes, que llegaban a casa de trabajar, cogían el periódico y no querían saber nada más. La cena en la mesa y a dormir. Todavía quedan algunos de esos. Por desgracia.
Se arreglan mucho, se pintan, van a la peluquería, ya no llevan aquellos moños, recogidos en la nuca, que las hacía tan abuelas. Se tiñen, ya no visten de negro, van a la moda… y se ponen tan contentas cuando dicen la edad y les contestan: “pues no los aparentas”. ¡Qué tontería!, no los aparentas, pero los tienes. Todo falsedad.
Quieren saber de todo, ven la “tele”, leen los periódicos y, como muchas siguen trabajando, se ponen al día en la Oficina, y si no es así, tienen sus amigas, sus pandillas, hablan de todo, aunque, como antes, en profundidad, no sepan de nada, porque todavía su cultura es escasa.
Ya no cuentan cuentos: Caperucita, blancanieves, Pulgarcito, Los tres cerditos. todo eso ya está pasado. Ahora os ponen un película de dibujos animados, con muñecos de esos raros, (ya no son el gato y el ratón, o el príncipe y la princesa), los juegos son todos eléctricos (que será que los entendéis más rápido que ellas), os dan gusanitos o patatas en vez del pan con chocolate o con aceite y tomate que estaba tan rico.
Ya no hacen jerséis de punto, ni largas bufandas, ni calcetines, ni remiendan la ropa (la tarea que encomendaban antes a las abuelas) y, aunque ellas protesten porque se gasta dinero a lo tonto, a vuestras madres ya no les gustan esos jerséis, ni las bufandas y, por supuesto, los remiendos en la ropa, ni aprovechar el pantalón del mayor para el más pequeño…
Parece que se han perdido cosas muy bonitas. Yo sé que las abuelas ahora se hacen cargo muchas veces de sus nietos, debido al trabajo de los hijos. La sociedad, la forma de vivir de los hijos, las obligan muchas veces a criar a sus nietos. Y los tratan, como es natural, como si fueran sus hijos, los tienen que educar, y las abuelas no están para educar (por lo menos, en su totalidad) están para dar cariño y estar ahí, cuando se la necesite.
Pero es que ahora los nietos, necesitan poco de las abuelas, son “autosuficientes”, por eso, está todo tan mal. Porque no es así, los nietos necesitan de los abuelos y de las abuelas. En cualquiera de ellos se nota cuando tienen una “abuela, abuela” o cuando no lo tienen. Da gusto oir a algunos decir, “tengo una abuela que es un cielo”.
Y yo quiero que tú con el tiempo reconozcas a tu abuela así, si no como una abuela a lo antiguo, sí una abuela a la que quieras, a la que necesites, de la que estés orgullosa, que, aunque no me veas guapa o erguida, sea tu abuela de verdad.
Quiero, de pequeña, jugar contigo, ayudarte a pintar, leerte cuentos, prepararte buenas meriendas, comprarte cosas que le hagan ilusión, ir a pasear contigo. Y ya de mayor, si es que todavía vivo, que me cuentes tus historias, que me pidas consejo de cosas que te preocupen porque, aunque sea sólo por experiencia, podré hacerlo mejor que tus amigas, que indiscutiblemente también sirven, pero de diferente manera y en diferentes ocasiones. No pienso educarte (eso es labor de tus padres que lo harán a su manera, y no dudo que poniendo todo su empeño), quiero “maleducarte”, quiero que seas feliz, totalmente feliz, que cuentes siempre conmigo.
Porque, sabes? Te quiero mucho. A mi misma me ha sorprendido. Quiero muchos a mis hijos, pero contigo todo es diferente, es algo especial, no lo sé expresar, me alegras la vida, disfruto con todo lo que me cuentan de ti.
Quiero que seas una niña muy alegre, alejada de todos los problemas que tiene ahora la juventud. Sana de cuerpo y sana de mente. Me dolería mucho verte sufrir. Voy a poner todo de mi parte para que seas feliz. Un beso muy fuerte de
TU ABUELA.

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