Friday, March 23, 2007

A MIS HERMANAS

Las que siempre están ahí. Aunque estén lejos. Cada una a su manera. Pero siempre contigo.

El cariño de hermanas es algo especial. Se parece un poco al cariño que puedes sentir por tu marido. Tu les ves los defectos, los reconoces, los puedes comentar, pero que a nadie se le ocurra hacer lo mismo. Son tuyas, únicas e intransferibles, que no se le ocurra a nadie meterse con ellas.

Has vivido con ellas todos los momentos buenos y malos de tu vida. Las necesitas. Son el recuerdo de una vida, de tu vida... Juegos, malos momentos, discusiones, diferencias de opinión, enfados, alegrías, suspensos, aprobados, nervios por sacar una oposición, comuniones, noviazgos, casamientos… hijos, situaciones dolorosas por enfermedad y muerte de tus padres, y en nuestro caso, desesperación por ver morir a una hermana, sin poder hacer nada.

Quieres a tus sobrinos aunque los tengas muy lejos. Aunque apenas los veas. Pero son tus sobrinos y son como un poco hijos tuyos. Y te sientes feliz cuando estás a su lado, aunque los veas ya tan mayores a todos, con sus vidas completas… estando, y doy gracias a Dios, ya, en muchas cosas, por encima de ti.

Envejecemos juntas, los años pasan para las tres. Pero seguimos vivas, y ¡de qué manera! No nos dejamos amilanar por nada. La educación de nuestra madre, nuestra situación en la vida, nos ha hecho muy duras. Quizás, y no es pedantería, mucho más fuertes que mucha juventud de ahora. Parece como si todo nos fuera bien, como si los dolores no fueran con nosotros. Visitamos poco a los médicos, a nuestra edad. Pero ahí seguimos, como unas rocas, cargando con todo lo que nos venga… sin dar un paso atrás, luchando, sin quejarnos. Quizás porque nunca nos han dejado quejarnos y nuestras familias se han acostumbrado a eso. Como una roca, como las “Iglesias”. En eso parecidas a nuestra madre y en muchas cosas, diferentes en las tres, a nuestro padre. No es pedantería, pero avanzamos siempre, hemos entrado en el mundo, a pesar de lo restringido de nuestra educación. Por eso mucha gente o nos ve como bichos raros o nos admiran. Porque no damos ni un paso atrás. Estamos en el mundo como todos, tenemos nuestro espacio.

Las quiero mucho y lo digo en estos momentos en que decir te quiero suena a cursi. Cuando cuesta trabajo pedir perdón, o dar un beso cuando te apetece. Se hace raro.

Pero es la verdad, y espero que ellas me necesiten y me quieran igual que yo a ellas.

SEGUIR EN ACTIVO

En los momentos en que se está irritada, melancólica, sensible, en el momento en que tu estado emocional es más vulnerable, es cuando mejor puedes escribir.
A mi no me valen los halagos, el interés de la gente, de los míos, o, por el contrario quizás, la falta de interés hacia mí, a mi me ganan las emociones.
Hay días, y creo que ésto me pasa porque soy algo lunática, en que todo se me revuelve por dentro. Y mis emociones, tanto en las alegrías como en las tristezas, los problemas o las soluciones a los mismos, se multiplican por cien.

Y me entran ganas de plasmar mis emociones, pero ahora, después de una cierta experiencia en ello, lo hago con más cuidado, con más discreción.

Y me preocupan cosas a las que, habitualmente, no les doy demasiado importancia. Y me alegran cosas que nunca pude imaginar, y quiero estar sola y quiero estar acompañada. Y no necesito de nadie y necesito de todos. Y me gustaría poder llorar a lágrima viva, reirme con todas las ganas, cantar a voz en grito… Y no lo hago, porque ahora ya no se canta, ya no se llora casi (y si lo haces intentas disimularlo) y el reirse fuerte está considerado como de mal gusto… Así no somos como somos, no actuamos como nos gustaría, interpretamos un papel, muchas veces, que no es el nuestro.

En los momentos actuales, crispados quizás como nunca, donde nadie se quiere entender, donde cada uno va a lo suyo, donde cualquier palabra tuya puede llegar a trastocarse, se han acabado las risas y se está terminando con las emociones positivas. Cuado nos emocionamos es por enfermedades, guerras, catacombes, terrorismo, muerte en suma...

Pero yo quiero emocionarme con la sonrisa de mi nietos, con la dulzura de una anciana, con la mirada de mis hijos, con la presencia de mi marido. Quiero reírme de tantas tonterías a las que ahora damos una importancia insustancial. Quiero llorar cuando me apetezca, sin pensar que, a todos, hasta a tu propia familia le va a parecer absurdo, tonto. Sin que se me pregunte ¿por qué?. Pues por nada, porque sí. Porque quiero. Porque lo siento. Y porque no hay nada peor que ocultar tus emociones.

Pero la sociedad puede con todo esto y tú ya no eres tú. Vives como los demás, nos comportamos como borregos, todos igual. Cuando un político habla, casi todos copian sus propias palabras. Y gracias, porque hay algunos que ni eso. Cuando se dicta una moda, todos igual. Y no digamos cuando se trata de copiar coche, vivienda, lugar de veraneo. Todos a por todo, en una lucha sin tregua por ser más que el de enfrente. Si él lo tiene, yo lo quiero, y mejor si es posible.

¡Que forma de vivir más absurda!.

Y aún así, no quiero retirarme de este mundo. Quiero seguir en activo. Quiero seguir viendo como este mundo se va en picado, porque quiero pensar que, algún día, habrá alguien, algunas personas, que se den cuenta de que así no vamos a ningún sitio.

Antes se vivía peor, pero las horas daban más de sí. Se vivía más.

De todas formas, quiero seguir en activo. ¿Estaré un poco loca?